Internacional
El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, de 80 años, ha formalizado su intención de buscar un séptimo mandato presidencial, una movida que lo encaminaría a completar casi cinco décadas en el poder. Museveni, quien gobierna el país desde 1986 tras liderar una rebelión armada, fue recibido con júbilo por sus seguidores en la sede del oficialista Movimiento de Resistencia Nacional (NRM), en la capital Kampala, donde recogió los documentos para su nominación.
Durante un acto ante cientos de simpatizantes, Museveni prometió enfocar sus esfuerzos en erradicar la corrupción estatal, un problema persistente en su administración. “En este tiempo quiero que realmente erradiquemos la corrupción”, declaró con firmeza.
Sin embargo, su intento por prolongar su presidencia no está exento de controversia. Críticos y organizaciones de derechos humanos lo acusan de haberse transformado en un gobernante autoritario, que ha debilitado las instituciones democráticas y suprimido sistemáticamente a la oposición. La eliminación de los límites de edad en la Constitución —reformada en 2017 por el Parlamento dominado por el oficialismo— le permitió aspirar nuevamente al cargo, abriendo la puerta a una presidencia vitalicia.
Las elecciones recientes en Uganda han sido marcadas por la violencia, la censura, y denuncias de fraude electoral. Museveni ha sido reelegido seis veces bajo condiciones cuestionadas, y su principal rival en los últimos comicios, el músico y político Bobi Wine (Kyagulanyi Ssentamu), ha enfrentado múltiples arrestos, acoso y represión. Aunque nunca ha sido condenado judicialmente, Wine y sus simpatizantes han sido blanco de acciones sistemáticas por parte de las fuerzas de seguridad, obligando a muchos a esconderse o exiliarse.
Museveni ha calificado a Wine como “un agente de intereses extranjeros”, cuestionando su capacidad para gobernar. Pese a ello, Wine ha reiterado que su movimiento busca una transformación pacífica del país y ya ha anunciado su candidatura para las elecciones programadas en enero.
La situación también se agrava con los rumores sobre una posible sucesión hereditaria. El hijo de Museveni, el general Muhoozi Kainerugaba, ha manifestado públicamente su interés en liderar Uganda, lo que ha generado alarma sobre la consolidación de un sistema dinástico en un país que nunca ha experimentado una transferencia pacífica de poder desde su independencia del Reino Unido en 1962.
A esto se suma el encarcelamiento de Kizza Besigye, veterano líder opositor y exmilitar, quien permanece detenido desde noviembre por cargos de traición considerados como políticamente motivados por sus abogados. Besigye ha sido una de las voces más persistentes contra el régimen de Museveni durante más de dos décadas.
Uganda, al borde de un nuevo proceso electoral, enfrenta un momento decisivo entre la continuidad de un poder prolongado o la posibilidad, aún lejana, de una alternancia democrática real.
